Lollapalooza día 2: Resistir

Gonzalo Oliveros   05/08/2017

Lollapalooza día 2: Resistir

Gonzalo Oliveros | Colaborador

Gonzalo Oliveros lleva más de tres lustros en la creación y producción radiofónica. Comenzó como parte del equipo creativo de NRM, de donde saltó...

Cualquier festival sufre cuando debe cancelar un acto. El golpe de tener que suspender tus conciertos principales del día es, muchas veces, mortal. Un festival tan grande como Lollapalooza no es la excepción.

En anteriores ocasiones, Lolla había cerrado pero en horarios más tempranos. A lo más, había recortado en un 60 por ciento el acto principal debido al peligro de tormenta. Nunca antes se había llegado a una decisión tan tajante como la del jueves pasado.

Por ello, era tan importante mandar por parte de todos -público, organizadores y proyectos musicales invitados- un mensaje de resistencia y de continuidad contra cualquier circunstancia y contra todo pronóstico...del tiempo.

El mensaje llegó temprano el viernes, desde Chile, al escenario Perrys. DJ Who salió campante a mover el EDM desde el cono sur. Ana Tijoux y él como exponentes sudamericanos de que la resistencia -a la dictadura, al abuso, al status quo- deja frutos.

Los frutos continuaron con San Holo y ST JHN. Los estilos eran distintos, los caminos para encontrar esa audiencia que, poco a poco, llenó de nuevo el Grant Park rindieron frutos. Audiencia que, a diferencia del jueves, fue una mezcla más ecléctica. Los Millenials de ayer fueron complementados por los chavorrucos que, políticamente correctos, prefieren ser llamados Xenials: la mezcla bastarda entre la generación de Douglas Coupland y los Millenials.

PUP llenó de ruido el Titos -anfiteatro real que presta su estructura para un escenario más- y The Lemon Twigs le da la vuelta a la monotonía de principio de la jornada. En los mismos pasos, Mondo Cozmo (Joshua Smith para los cuates) presentó su Plastic Soul en esos momentos donde el talento puede penetrar en el interés del asistente ante la ausencia de nombres enormes con los cuales competir.

Jidenna llega al escenario principal para, con su mezcla pop y blues, inyectar transgresión a un escenario que lo pide a gritos. Se le cumplirá más adelante. Antes, la batalla por la clase viene entre Kaleo y Mura Masa. El primero exhibe la simplicidad como el mejor vehículo para atender masas, grandes masas de personas.

Mura Masa es un cuento diferente. Sí, es electrónica y, sí, podría caer en los mismos cliches del paisajes de la monotonía del beat. No obstante, lo sorteó con naturalidad, la naturalidad que espera un escenario grande para las próximas dos ocasiones. El retumbar del suelo mientras estaba en el escenario lo aseguran.

Tegan And Sara comienzan una guerra contra la clase alta y los estereotipos en pleno show. Resistir es la palabra. Resistir la ganancia económica de la venta de espacios para gente que quiere una mayor comodidad y resistir el estereotipo del placer a partir de un modelo de condones. Parte del show se fue en la construcción de discurso del grupo antes que en música lo que, por supuesto, aprovechó con maestría Phantogram y Frenship en sus espacios.

Ryan Adams llega a Lolla sin angel. Una lástima para un virtuoso que lucha contra el cuchicheo y la falta de atención de los visitantes del festival que, sin empacho, prefieren platicar que hacer caso a su artista. Mejor suerte para la próxima antes de que, en una de esas, no lo inviten nunca más. Masjid Jordan tuvo mayor respuesta que Adams, lo cual refleja el momento espacio tiempo.

Momento que despierta a Foster the People. El grupo chicle bomba detiene su presentación para acotar contra el nacionalismo fascista que algunos ciudadanos pugnan y apoyan no solo en los Estados Unidos sino en el mundo, todo entre salto y salto.

La resistencia no solo viene en sabor chicle bomba. Run the Jewels secuestra el escenario principal para transgredir, de forma grosera, la buena conciencia que parece domina el festival. El elefante es visible en la sala: son tiempos de una opresión real a quien no es como el poder imagina deben ser sus ciudadanos: blancos.

La última parte de la segunda jornada de Lollapalooza inicia con Little Dragon. Pequeña tontería sería menospreciarlos. Cada canción se contrapone con la idea de rutinario. Calentamiento necesario para una de las decisiones difíciles del evento.

Al mismo tiempo, arrancan los shows de DJ Snake, Blink 182 y The Killer. El escenario Perrys se llena de fuego -metafórico- en la pista y literal en los cielos. Es la apuesta EDM contra la nostalgia que viene en dos paquetes.

El primero, más antiguo y nunca más vía aérea. Blink 182 atrae a los Millenials que no los habían visto nunca y ven, como dato anecdótico, los tiempos de sorna del grupo.

Los Killers repiten una dosis conocida. Con matices naturales (como incorporar su nuevo sencillo en el repertorio) de lo interpretado en el Corona Capital, el viaje emotivo por la década uno del siglo XXI es innegable. Brandon Flowers lo ejecuta hasta con clase y realiza homenaje en vida a Muse con un cover a Starlight, guiño claro a cómo, entre todos, la resistencia a la adversidad puede tener mejores resultados. Resistencia aun cuando Ya es imposible, positivismo desde la cuna de la esperanza vana, Las Vegas: apuesta indiscutible que los ha hecho ganadores.

La siguiente jornada tendrá a Chance the Rapper como acto principal. Otro que resiste, otro que -seguro- moverá la circunstancia.

Te recomendamos
PUBLICIDAD

Lo que pasa en la red

COMPARTE TU OPINIÓN