Bram Stoker, la consagración del mito del vampiro
Demian Pavón 08/11/2017

Bram Stoker, la consagración del mito del vampiro

Demian Pavón
Vampir es la única palabra eslava que usamos en el idioma español. En su momento, la palabra se usaba para designar a personas indeseables en la comunidad: bebedores, estrafalarios, parranderos, mujeriegos... libertino. Ser un vampir significaba ser alguien indeseable, una persona que contaminaba todo a su alrededor. Y así comenzó el mito, ¿qué hay más terrible que beber la sangre de alguien?
Desde siempre, cabe resaltar, se han encontrado las prácticas de abrevar del vital y bermejo líquido en rituales religiosos o bélicos. Lo anterior sucede en diversas culturas, tanto de occidentales como no occidentales. Y hoy todavía existen ese tipo de prácticas, con sus variaciones.
De esta forma, la asociación del vampiro con la acción de beber sangre, se dio como un proceso social del lenguaje más que como una invención literaria, mismo que alcanzó su máximo esplendor en el periodo romántico de la literatura. Epítomes de la literatura como J. W. Goethe o Lord Byron quedaron enamorados por la mítica figura del vampiro y claro, la vampiresa.
Eternamente seductor y con dotes subversivos esenciales, el vampiro se acomodó como figura perfecta para representar al iconoclasta de su época, mismo que posicionado frente a una sociedad europea puritana y todavía arraigada a la religión hasta la médula, respondió para sembrar terror y asombro. Los cuentos, novelas y poemas de vampiros aterraban, pero atraían, casi con hipnotismo.
De entre todos los escritores que novelaron al vampiro, no pasó nadie a la historia como el irlandés Bram Stoker (Clontarf, 8 de noviembre de 1847-Londres, 20 de abril de 1912). Su configuración poética del monstruo, que demostró más que terror, un apasionado amor por lo imposible, consagró al mito del vampiro en la literatura y con ello, en la vida. Igual que Mary Shelley con su Frankenstein, logró exponer que lo bestial e inhumano pertenecen más a nuestra raza que a cualquier espíritu sobrenatural.
Hoy en día, si escuchamos Drácula, asociamos inmediatamente los colmillos, la sangre, los murciélagos y en buena parte esto responde al trabajo de este novelista maravilloso, que consiguió hacer más bella la vida al escribir sobre el mundo de los muertos. Como decía Wittgenstein, la muerte le da sentido a la vida, y viceversa.
No olvidemos leer su Drácula, que según Oscar Wilde es "la novela más hermosa jamás escrita", alabada también por el creador de Sherlock Holmes, Sir Arthur Conan Doyle. Y tampoco indagar más en su obra, que es más amplia y multifacética de lo que imaginamos. Hay estupendos aportes de ello en la Editorial Valdemar. Yo todavía prefiero los paisajes que me ofrecen sus libros a cualquier película de millonarios y sangrientos efectos especiales.
Larga vida a Stoker, que igual que su creación, es inmortal.
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