Busca ser el primer boxeador profesional transgénero
Adrenalina 360 02/04/2018

Fotos: Especiales

Adrenalina 360
Pat Manuel se mira en el sucio espejo de aquel viejo gimnasio de box en Florida, minutos antes de subir al ring en busca de un boleto olímpico con el equipo femenil de boxeo estadunidense. Sueña con pelear en Londres 2012 y regresar a casa con una medalla olímpica. Ligera y menudita, Patricia trae las manos vendadas, calzoncillos rojos y una camiseta blanca. Debajo, un corpiño. Los gestos de su rostro muestran cierta inconformidad con lo que mira en el espejo. Se pone en guardia, lanza un jab al aire, da un paso al costado y esquiva un golpe fantasma. Quisiera mirar en aquel espejo a un boxeador musculoso, quizá un Mike Tyson o un Marvin Hagler.
-Pat, tu turno al cuadrilátero- suelta al aire Roberto Luna, manager del equipo gringo, quien en esos momentos tiene asegurados tres lugares en la aventura olímpica. Patricia puede ser su cuarta peleadora en Londres, quien ha librado tres combates y busca el boleto ante una rival llamada Tiara Brown.
Pat Peanut Manuel tiene muchas cosas que le dan vuelta en la cabeza. Desde hace muchos años dice ser un niño metido en el cuerpo de una chica, piensa transformarse en Patricio Manuel y seguir en esto del boxeo. Aunque no quiere perderse la oportunidad de perseguir una medalla olímpica en cuadriláteros londinenses, aunque sea dentro del cuerpo femenino.
De los vestidores al ring hay suficientes metros para pensar en su niñez, en su ropa de niño y juguetes para varones, al lado de su hermana Megan, así como el por qué una jovencita de madre blanca y padre negro ausente tiene la necesidad de intercambiar golpes con una desconocida. Trae puestos unos enormes guantes, como los que le regaló su abuela Patricia Jean Butler aquella lejana Navidad.
Pat tiene en sus venas sangre irlandesa, mexicana y afroamericana, una mezcla rica para cualquiera que quiera abrirse paso en la vida a puñetazos. Lo afroamericano le viene de un padre ausente, que no conoció. La otra mezcla la heredó de su madre Loretta Butler, mujer blanca que llenó la infancia de las niñas Megan y Patricia con ropa y juguetes de niño. Como aquellos guantes de box que la abuela Patricia Jean le regaló a la pequeña Paty, la misma que comenzó a jugar a peleas frente al espejo, a tirarse en la alfombra y a simular un trágico nocaut.
Durante años, Pat se miraba al espejo y observaba a una mujer incierta que le devolvía la mirada. En su adolescencia comenzó a hacer ejercicio para marcar los bíceps, el abdomen y pronto su abuela le regalaría una membresía al Commerce Boxing Club donde conocería al manager Roberto Luna.
Su abuela Patricia Jean había notado los gustos masculinos de Pat, por lo que decidió empujarla al boxeo cuando la chica estudiaba la secundaria. Nieta y abuela habían hablado al respecto y existía la promesa de un cambio transgénero, pero la súbita esperanza de representar a los Estados Unidos en el primer torneo olímpico para mujeres cambió, o mejor dicho, detuvo los planes.
Pat se encuentra en la esquina azul, mira a la distancia a la otra chica con guantes, de quien sólo sabe que se llama Tiara Brown. Poco escucha las indicaciones de Roberto Luna, su manager, pues en su mente se vuelve a mirar al espejo. Sueña con parecerse a Mike Tyson o al tremendo Marvin Hagler.
Aquel combate ante Tiara Brown pasó a ser algo anecdótico, poco para recordar. Pat Manuel se lesionó el hombro antes de que terminara el primer combate y el boleto olímpico le fue arrebatado. Aunque Pat, la niña que jugaba con guantes, pensaba más en la operación transgénero que en el podio londinense.
LA TRANSFORMACIÓN DE PATRICIO MANUEL
Lo que ahora se asoma ante el espejo es un joven confiado, con más músculos en los bíceps, la manzana de Adán y bello facial en el rostro. Se llama Patricio Manuel, le dicen Peanut y pretende convertirse en el primer boxeador profesional transgénero, contar la historia de un ser que combatió en un ring contra ambos sexos.
Un año después de aquella derrota preolímpica en Florida, Pat se sometió a una cirugía de reasignación de sexo en un hospital en Salt Lake City. Fue la abuela Patricia Jean quien pagó los seis mil dólares para que su nieta lograra el sueño de convertirse en hombre, pues argumentaba que Pat no fue asignada correctamente al nacer.
Comenzó el proceso con tratamiento hormonal en septiembre de 2013 y en menos de cinco meses Pat aumentó 15 libras, le creció el bello facial y su voz se hizo un poco grave. Pat volvió a mirarse en el espejo, ahora sin senos y la cabeza rapada. Lo primero que hizo fue quemar los corpiños para celebrar el cambio.
Su retorno al ring no fue como Peanut lo esperaba. Cuando el director del gimnasio descubrió que Pat era un boxeador transgénero, de inmediato lo expulsó. Sus compañeros de gimnasio se hicieron a un lado, mientras que Roberto Luna, el manager olímpico con el que Pat vivió cerca de 60 peleas, también cortó relaciones con el pugilista.
Luna prefirió guardar silencio ante los medios de comunicación y, un año después, anunció su retiro de los gimnasios.
Patricio tuvo problemas en busca de un empleo para mantenerse, mientras regresaba al boxeo. La palabra transgénero le cerró muchas puertas y le retiró amistades. Incluso la comisión estatal de boxeo en California le negó el permiso para pelear.
Había dos puntos a favor del pugilista: Vic Valenzuela, viejo entrenador en el Duarte Boxing Club, no tuvo problemas en reclutarlo. La otra esperanza fue que el USA Boxing, órgano rector para la competencia de aficionados, tuvo que ceder ante las nuevas políticas del Comité Olímpico Internacional que establece que los atletas transexuales de mujer a hombre podrían competir sin restricciones. Tuvieron que concederle la licencia de boxeo a Pat Peanut Manuel.
Lo que no pudieron hacer fue obligar a boxeador alguno a pelear contra el pugilista transgénero. Otra vez esa palabra, la que impidió el regreso de Pat al cuadrilátero, debido a que su oponente se bajó del ring tras enterarse que su rival era “la chica que cambió de sexo”. La historia se repetiría en varias ocasiones.
Vic Valenzuela se mantuvo al lado de Pat, tenía la esperanza de que su muchacho debutara como tal en un ring para varones. Hasta que llegó el festivo Cinco de mayo de 2016 en el Centro Comunitario South El Monte. Una pelea desigual en cuanto el rival, Adán Ochoa, era un joven de 18 años, mientras que Manuel había alcanzado los 30. Para decirlo más directo: Pat Manuel era el boxeador más viejo en aquella fiesta mexicana.
Sin embargo, aquella noche, esa pelea a tres asaltos fue histórica, pues se trató de la primera contienda del boxeo en los Estados Unidos en contar con un peleador que años atrás combatió como mujer.
Fue la séptima de 11 peleas programadas en una tarima improvisada, con sillas de plástico alrededor y niñas cantantes vestidas de mariachi. Manuel volvió a mirarse al espejo antes de salir a escena, de nuevo con calzoncillos rojos y camiseta blanca. Sólo que esta ocasión sin corpiño y con bíceps marcados.
Pat lanzó de nuevo el jab y esquivó golpes reales de un rival 12 años menor, bailó ante su oponente y al final el hombre de pantalón negro y camisa blanca le levantó la diestra en señal de triunfo. Aquella noche, las serpentinas y los cánticos de mariachi le supieron a Pat como la medalla olímpica que nunca consiguió.
Hoy, a sus 32 años, Patricio Manuel sólo ha peleado dos veces. En la segunda pelea perdió. Tiene una novia llamada Amita Swadhin e insiste en lograr una pelea profesional, en una edad en la que la mayoría ya planea el retiro.
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