Manuel Acuña, poeta suicida que representó al romanticismo mexicano
DEMIAN ERNESTO 06/12/2017

Manuel Acuña, poeta suicida que representó al romanticismo mexicano

DEMIAN ERNESTO
La breve y tortuosa vida de Manuel Acuña (Saltillo, Coahuila; 27 de agosto de 1849 – Ciudad de México; 6 de diciembre de 1873) le bastó para consolidarse en la cúspide de la poesía mexicana del siglo XIX. Vivió precozmente, nada más 24 años. Aún así, nos legó una de las composiciones más bellas del llamado "intelectualismo" mexicano, movimiento al cual perteneció, relativamente: "Nocturno", su genial obra maestra y parte vital de la historia de nuestra poesía.
Vate norteño, nacido en Saltillo, decidió emprender una carrera literaria con bases sólidas y, perfectamente consciente de las posibilidades en su oficio; entabló buena amistad con los grandes nombres de la época: Ignacio Manuel Altamirano, a Agustín F. Cuenca y a Juan de Dios Peza. Con Dios de Peza tuvo un lazo íntimo, quizá efímero en tiempo, pero no en sustancia; al morir Acuña, se encargó de la oratoria en su sepelio.
Dato curioso: Algunos de sus versos se utilizaron en la película protagonizada por Pedro Infante "Los Tres García". Se han hecho también múltiples composiciones musicales con base en ellos.
Entregado a las mujeres, o mejor dicho, a una mujer, y al mismo tiempo desventurado en la entrega, no pudo desligarse de la depresión que le provocó el rechazo de su amada Rosario de la Peña y Llerena. Cierto es que hay distintas versiones sobre su decisión, pero es un hecho que el 6 de diciembre de 1873 ingirió cianuro de potasio para consumar su vida en su cuarto en la entonces Escuela de Medicina. El desamor, que puede considerarse la causa principal de su suicidio, no es situación excepcional en la historia de la literatura: como el personaje Werther de Goethe (quien por un amor mal correspondido casi termina su vida) o al trágico final del poeta italiano Cesare Pavese, igualmente suicidado tras el abandono de su mujer. Literatura, amor y suicidio son trágicos compañeros, como decía Enrique Vila-Matas.
Sus poemas tendían regularmente a la tristeza, es cierto, pero también a la entrega indiscutible a la belleza que le dio existencia verdadera. José Martí dijo sobre él, después de su muerte:
"¡Lo hubiera querido tanto, si hubiese él vivido!... Hoy lamento su muerte: no escribo su vida; hoy leo su nocturno a Rosario, página última de su existencia verdadera, y lloro sobre él, y no leo nada. Se rompió aquella alma cuando estalló en aquel quejido de dolor."
El alma de Acuña se rompió, probablemente, pero esa ruptura que en sus letras encontramos tan pasionalmente, nos ayuda a componer la nuestra cuando está por quebrarse.
En un tiempo como el nuestro, necesitado de poesía, hay que leerlo; CONACULTA ha antologado de inmejorable forma sus poemas.
Nocturno a Rosario [Fragmento]
Esa era mi esperanza...
mas ya que a sus fulgores
se opone el hondo abismo
que existe entre los dos,
¡adiós por la última vez,
amor de mis amores;
la luz de mis tinieblas,
la esencia de mis flores,
mi mira de poeta,
mi juventud, adiós!
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