Mi primer recuerdo de RMX: "No saben lo afortunados que son"

30/01/2017

RMX es más que una estación de radio: es una forma de hacer comunidad. (Foto: RMX GDL)

Foto: RMX GDL

Óscar Campos

Ha escuchado radio desde que recuerda: pasó horas de infancia y adolescencia cerca de una bocina oyendo de todo, desde La Hora Exacta hasta Radio Variedades....

De veras, no saben lo afortunados que son.

El problema es que uno no suele darse cuenta: las cosas están allí, precisas para nosotros, y uno se envuelve en ellas y las disfruta. Hasta que un día cambian… o cambia uno y se aleja de esa cosa perfecta. Años después, solo queda la nostalgia.

¿De qué hablo? De lo que damos por hecho. Por ejemplo, una estación de radio.

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Hace 25 años, lo más seguro es que yo estaba en mi cuarto, junto a una enorme grabadora plateada marca Panasonic, escuchando. Era una grabadora de dos cassetes (¡piratería en casa!), casi siempre dedicada a una sola cosa: sintonizar Rock 101.

Rock 101 no era una estación de radio: era una ventana abierta en un muro grueso e impenetrable… que, sin embargo, ya estaba podrido.

No, en realidad era un mirador de piso de cristal a 8 millas de altura. Era dejar de actuar con sensatez, era el todo de la luna, sincronicidad. Utopía. Era alguien que te decía justo lo que deseabas escuchar. Era un imán de soledades compartidas, un romance perfecto y correspondido entre la radio y su oyente. Y sus oyentes, que para todos había.

Porque éramos muchos, exactamente como ustedes ahora. Solo que no eran tiempos de redes sociales y exhibición de la intimidad: eran tiempos de quedarse con las opiniones, de recámaras-santuario, de distinguirse sordamente de los demás. Y eso nos llevó irremediablemente hacia los afortunados que sí podían decir lo que querían salir a ocupar el Periférico con decenas de autos oyendo música en un carnaval de medianoche, la soberbia adolescente del yo-sé-más , la caricia auditiva del tú-se-más: conviértete en una persona y sal a comerte el mundo mientras haya tiempo.

Todo eso nos decían en Rock 101: nos lo decían a través de canciones y programas, locutores y locutoras pagados de sí mismos pero dispuestos a compartir y entenderte. Aunque no te conocieran. Era un milagro: radio de ida y vuelta en la que te leían la mente y siempre tenían lo que necesitabas escuchar. O hacer. O reflexionar.

Sus nombres están atesorados en una caja de cristal que ha sobrevivido la mordida fatal de la serpiente y las duras realidades de la vida cotidiana: Luis Gerardo, Jaime, Iñaki, Jordi, Lynn, Roberto, William, Dominique, Cecilia, Uili… (¿ustedes ya atesoran los nombres que les tocaron en suerte? ¿Ya metieron en el cofre de los recuerdos a Gonzalo, Miriam, Madela, Jair, Gabriel, Miguel, Pablo, Karina, Gustavo, Karla, Rocío, Lalo, Tiro…?)

Seguro que sí. Y allí radica la suerte que les tocó.

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En 1984, cuando empezó Rock 101, vivíamos en un país que trataba a sus jóvenes como niños. Estaba comenzando la generación Timbiriche, México estaba sumido en un letargo que lo aislaba del mundo (y un aislamiento del mundo que nos sumía en el letargo) y, con gran sutileza, había un férreo control sobre cualquier manifestación social y artística que rompiera los límites.

¿Gracias al ‘68, a Avándaro, al comunismo? Quién sabe. Todo eso y más. Pero no nos respetaban. Rock 101 fue la primera estación de radio (que digo estación de radio: un auténtico medio de comunicación) que nos respetó, nos habló con nuestro idioma (porque la hablaban jóvenes) y estiró la liga hasta que derrumbó nuestro podrido muro de nopal estilo berlinés.

Hoy, los jóvenes parecen igual de aislados y atrapados… justo por lo contrario del aislamiento. El exceso es la norma, el egoísmo y la capacidad de opinar sobre cualquier cosa aleja a unos de otros. Se necesita alguien que hable con la precisión, la mira elevada y el rigor iconoclasta que necesitábamos los ochenteros. Ustedes, afortunados, tienen a RMX.

No esperen a que el tiempo avance para extrañarlo. Atesoren la esencia del mensaje, transfórmense (de preferencia sin pretenderlo). Abreven de esta radio expandida e ilimitada del siglo XXI y, cuando se den cuenta, tendrán hermanos por conocer por todas partes, que hablarán un idioma común y serán afines. Y sean parte de una generación que no quiso limitarse y siempre buscó más, construyendo sus sueños a partir de largas escuchas casi clandestinas… pero que eran propias.

Diría Bruce Springsteen: “We learned more in a three minute record than all we ever learned at school” Eso nos pasó en los ochentas cuando el mundo se hizo posible en (y a través de) una estación de radio.  ¿Y para ustedes?

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(Este texto fue publicado originalmente en mayo de 2013. Lo recuperamos para celebrar los 11 años de #MiRMX.)

 

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