¿Por qué decir groserías es tan satisfactorio?

Dinero en Imagen   19/03/2018

En la imagen del 25 de enero de 2014, María Fernanda Pérez González, de 31 años, chocó contra una camioneta en el cruce de División del Norte y Amores. Conducía en estado de ebriedad, y se mofó diciendo que por este incidente la iban a llamar la "Lady de la Del Valle". La ciudadana se mostró prepotente y entre insultos a policías, afectados y medios, gritaba que trabaja en el Poder Judicial de la Federación.

En la imagen del 25 de enero de 2014, María Fernanda Pérez González, de 31 años, chocó contra una camioneta en el cruce de División del Norte y Amores. Conducía en estado de ebriedad, y se mofó diciendo que por este incidente la iban a llamar la "Lady de la Del Valle". La ciudadana se mostró prepotente y entre insultos a policías, afectados y medios, gritaba que trabaja en el Poder Judicial de la Federación.

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¿Cuál es la razón de que expresarse con groserías -ante eventos que causan confusión, enojo o sorpresa- sea tan satisfactorio?

Es más, ¿qué hace que las groserías sean diferentes y ofensivas?

Rebecca Roache, una conferencista de la Universidad de Londres ha encontrado una razón mientras escribía un libro al respecto.

Parte de su argumento se centra en la idea del tabú y la ira.

El filósofo Joel Feinberg señaló que ‘las malas palabras adquieren su gran fuerza expresiva en virtud de una tensión casi paradójica entre el tabú y la disposición universal a desobedecer’. Y, de hecho, en muchas culturas hacemos mucho para prevenir, censurar y castigar las groserías. Esto se suele hacer de manera informal: quizás sabiendo que nos enfrentamos a la desaprobación de los demás si nos expresamos mal sea eficaz para cuidar nuestro lenguaje… El tabú contra las malas palabras es, al parecer, un asunto bastante serio”, señaló Roache.

Mientras tanto, los psicólogos, apoyan a Roache al asegurar que las groserías tienen sus raíces en la mezcla del tabú y la ira.

Se sabe que la amígdala –un centro de procesos emocionales en el cerebro– muestra actividad alta cuando alguien utiliza palabras altisonantes.

Además, el psicólogo Timothy Jay, de la Escuela de Artes de Massachusetts, señala que el poder de las malas palabras surge del hecho de romper las normas sociales y de que estamos condicionados a asociar el tabú con las groserías.

De acuerdo con Jay, el tabú es más poderoso en nosotros cuanto más jóvenes somos, por lo que las groserías son comunes en un contexto desafiante pero, una vez que crecemos, éstas se convierten en un instrumento para comunicar ira.

En ambos casos –desafío o ira- lo cierto es que el poder de las malas palabras radica en que son una forma para lidiar con situaciones difíciles.

 

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